El giro silencioso en el presupuesto de las familias argentinas
Hace dos décadas, bebés y mascotas compartían un lugar similar en el presupuesto de los hogares argentinos. Según datos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo), entre 2004 y 2005, las familias destinaban aproximadamente el mismo porcentaje de sus ingresos tanto a pañales como a alimentos para mascotas. Sin embargo, ese equilibrio ha cambiado de forma radical.
Entre 2017 y 2018 —último año disponible de la ENGHo—, el gasto en pañales cayó al 0,25% del presupuesto familiar, mientras que el destinado a alimentos para mascotas se duplicó, alcanzando el 0,77%. Este aparente detalle de consumo revela una transformación más profunda en la estructura demográfica y cultural del país.
Menos bebés, más mascotas
Este cambio está directamente relacionado con una fuerte caída en la tasa de natalidad argentina, un fenómeno que se viene intensificando desde 2014. El país atraviesa una transición demográfica acelerada: cada vez nacen menos niños, mientras que crece la cantidad de hogares que eligen tener mascotas en lugar de hijos, o que directamente no tienen descendencia.
“La decisión de postergar o evitar la maternidad y paternidad no es solo económica, sino también cultural”, explica la socióloga Mariana Figueroa. “La crianza se percibe como un proyecto que requiere estabilidad y recursos, mientras que las mascotas ofrecen compañía y afecto con un compromiso más manejable”.
El auge del “perrhijo”
En paralelo, las mascotas han dejado de ser animales de compañía secundarios para convertirse en verdaderos miembros de la familia. El fenómeno del *perrhijo* —o *gathijo*— se instala con fuerza en los centros urbanos, especialmente entre jóvenes profesionales que priorizan su independencia y retrasan la formación de una familia tradicional.
Este cambio también se refleja en la industria: el mercado de alimentos para mascotas ha crecido de forma sostenida, con una amplia oferta de productos premium, dietas especiales y servicios veterinarios cada vez más sofisticados. Mientras tanto, la industria del cuidado infantil enfrenta desafíos ante la disminución de la demanda.
¿Un país sin niños?
Si bien tener más mascotas que hijos no es en sí un problema, expertos advierten que este cambio de prioridades debe analizarse con una mirada de largo plazo. “Un descenso prolongado en la natalidad afecta la estructura poblacional, el sistema jubilatorio y la disponibilidad futura de mano de obra”, advierte el demógrafo Daniel Méndez. “Es un tema que requiere políticas públicas claras, no solo enfocadas en incentivar la natalidad, sino también en repensar el rol de la familia y las nuevas formas de organización del hogar”.
Lo que comenzó como una curiosidad estadística hoy interpela al presente y futuro de la sociedad argentina. Mientras el sonido de los llantos de bebés se vuelve menos frecuente, los ladridos y maullidos ganan protagonismo en las casas del país. Una transformación silenciosa, pero profunda, que va mucho más allá del supermercado.