Síndrome de Fortunata: buscar el amor en personas que ya tienen pareja
Ser recurrentemente “la otra” o “el otro” no es una casualidad. La psicología lo atribuye a raíces que llegan al primer tramo de la vida.
“Tu marido es mío y te lo tengo que quitar…”, es una frase que figura en la novela española “Fortunata y Jacinta”, de Benito Pérez Galdós. Fortunata está enamorada de un hombre casado, Juan Santa Cruz. Ambos ceden al deseo y mantienen una relación en secreto, a espaldas de Jacinta, la esposa de él. De esta historia proviene el llamado “síndrome de Fortunata”, que puede presentarse tanto en hombres como en mujeres y se caracteriza por entablar vínculos de dependencia emocional hacia personas casadas o en pareja.
“Fortunata no solo ama a un hombre casado, sostiene una espera y una ilusión romántica en paralelo a su invisibilización”, explica Victoria Almiroty, licenciada en Psicología, en un artículo sobre el tema publicado por el diario La Nación. El foco no está en el triángulo amoroso, señala, sino en la lógica psíquica que sostiene ese lugar: amar desde la falta, desde el borde. Es que según la profesional, uno de los motivos de fascinación por mantenerse en el rol de amante tiene que ver con habitar la marginalidad. “El amante es deseo puro, sin logística, sin rutina. Pero es una imagen: lo que se idealiza no es la persona, sino el espacio que representa”, apunta Almiroty.
PATRONES
Algunos de los patrones recurrentes en estas personas son:
Vínculos familiares disfuncionales: Almiroty describe la forma inconsciente que tienen muchos sujetos de lidiar con experiencias traumáticas o dolorosas. “Varias de las elecciones adultas son readaptaciones de escenas infantiles donde el amor fue intermitente, condicionado o inaccesible. Ese “otro” no disponible puede representar a una madre absorbida, un padre ausente”, explica.
Carina Mitrani, psicóloga, sintetiza: “Esta persona empieza a repetir el patrón de una infancia en la que no se sintió amada, ya sea por su madre o su padre”. Otra posibilidad que plantea Mitrani es la de haber tenido una madre o un padre que no haya permitido el acceso al otro progenitor, constituyéndose en una figura todopoderosa que privó al niño de una relación amorosa.
Autoimagen deteriorada: “Esta figura del amante busca incesantemente que el otro la valide antes que a su pareja oficial”, dice Mitrani. Y añade: “Hay cierto nivel de indignidad en no creerse merecedor de algo mejor o en aceptar que la otra persona te mantenga en las sombras y no te presente a sus amigos ni te invite a cenas”.
Ilusión de control: También existe una falsa sensación de poder/control sobre el vínculo. “El amante cree que manda, que pone los tiempos y que es quien realmente es amado porque la tercera persona la que no está al tanto de vínculo vive en ingenuidad”, sugiere Almiroty. Mitrani asegura que se trata de una fantasía en la que se piensa que ese hombre o mujer en algún momento se dará cuenta de que está con la persona equivocada y oficializará el vínculo separándose de su actual pareja.
Competencia: Almiroty señala: “Están siempre buscando ganarse a ese amor de madre/padre que fue inalcanzable o por el que competían con otros hermanos”. En concreto, explica, no es que se está enamorado de una persona determinada, sino que el motivo principal detrás de ese deseo es el de “ganársela” a otra.
Victimización: “Está estudiado que el papel de víctima y la actitud de quejarse producen y se segregan endorfinas”, añade Mitrani. Según revela, esto ocurre porque la queja genera un tipo de placer morboso. A pesar de que suene como si estuviera sufriendo, en el fondo hay un placer oculto, asegura.
Atracción por lo prohibido: Ambas especialistas coinciden -dice el artículo de La Nación- en que la atracción por lo prohibido potencia neurotransmisores relacionados con la excitación. “El deseo es el deseo del otro y si el otro ya está tomado, más deseable se vuelve”, es una idea central en la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan.
¿Es posible desarmar estos patrones? El primer paso, indican las profesionales, es no moralizar. “No es cuestión de “esto está mal”, sino que hay que escarbar en qué es lo que se está buscando ahí”, dice Almiroty.