Los alimentos importados no bajan los precios, más bien los suben

Con la intención de presionar a la baja los precios de los productos nacionales en los supermercados, el Gobierno flexibilizó las barreras para la importación de alimentos y redujo los aranceles. Sin embargo, la estrategia no está dando los resultados esperados. 

   Por el contrario, los alimentos importados no solo no han contribuido a moderar los precios, sino que, en muchos casos, han impulsado alzas en la inflación.

El aumento de las importaciones

   En el primer trimestre de 2025, las importaciones de alimentos se duplicaron respecto al mismo período del año anterior, según datos del Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA). En términos absolutos, las compras externas totalizaron u$s 781 millones, lo que representa un incremento del 102% frente a los u$s 386 millones registrados entre enero y marzo de 2024.

   En marzo, las importaciones alcanzaron los u$s 286 millones, muy por encima de los u$s 130 millones de marzo de 2024 y los u$s 235 millones de febrero de este año. Las categorías más dinámicas fueron conservas de tomate y pescado, pastas secas, café, chocolates y otros productos elaborados tanto para consumo hogareño como industrial.

   Según el IDAA, destacó especialmente el crecimiento interanual de las importaciones de productos elaborados para uso industrial, que aumentaron un 195%, totalizando u$s 65 millones. En este segmento, las compras de tomate industrializado se dispararon: pasaron de 1.831 toneladas en el primer trimestre de 2024 a 16.660 toneladas en el mismo período de 2025, es decir, ocho veces más.

Impacto negativo en la producción nacional

   El informe advierte sobre el fuerte impacto negativo de estas importaciones en las cadenas de valor locales. Un caso emblemático es el tomate cuyano, donde productores de Cuyo han llegado incluso a regalar su cosecha ante la falta de compradores industriales. “El producto ya no solo ingresa desde países limítrofes, sino que más de un tercio proviene de China, a un precio CIF (puesto en Argentina) un 17% inferior al chileno”, señala el documento.

   Otro ejemplo es el sector citrícola. En marzo, las importaciones de naranjas crecieron un 227% interanual, alcanzando 5.119 toneladas en el primer trimestre de 2025, frente a las 1.566 toneladas de 2024. Egipto lidera este mercado con el 74% del volumen importado, seguido por España con el 26%.

Competencia desleal: caso Brasil

   Brasil también gana terreno en el mercado argentino, particularmente en sectores clave como la carne. Las importaciones de carne porcina procedente de Brasil aumentaron un 374% interanual en el primer trimestre de 2025, alcanzando un promedio mensual de 4.521 toneladas frente a las 955 toneladas de 2024. Si se mantiene este ritmo, se estima que al final del año se habrán importado unas 55.000 toneladas, lo que representaría un retroceso de 14 años en el proceso de sustitución de importaciones.

   Además, llama la atención el ingreso de carne vacuna, que fue prácticamente nulo en el primer trimestre de 2024 pero llegó a casi 2.100 toneladas en el mismo período de 2025. Este fenómeno refleja una competencia directa con la producción local y pone en jaque la competitividad de las cadenas agroindustriales nacionales.

Círculo vicioso

Javier Preciado Patiño, autor del relevamiento del IDAA, señaló que “los datos de marzo corroboran lo que planteábamos en octubre del año pasado”. Según él, mientras las políticas económicas y comerciales actuales se mantengan, las importaciones seguirán aumentando, profundizando la pérdida de competitividad de las cadenas productivas locales.

   El sector privado proyecta que Alimentos y Bebidas volverá a ser uno de los rubros que más impulse la inflación en los próximos meses, incluso en un contexto de bajo consumo. Esto confirma que la apuesta por las importaciones no ha logrado cumplir su objetivo inicial de moderar los precios de los bienes de consumo masivo. 

   En lugar de abaratar los productos, la medida parece haber generado un efecto contrario: mayor presión inflacionaria y tensiones en las economías regionales, afectando gravemente a productores locales y trabajadores del sector agroindustrial.

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