En pleno barrio San Cayetano a unas 8 cuadras al norte de la colectora de ese cardinal se levanta el C.I.C. María Madre de Esperanza un espacio cedido por la Capilla lindera y que se ha convertido en un lugar luminoso, con césped y plantines florales en su exterior.
Rápidamente montamos el ritual de siempre: llenar la mesa de libros, presentarnos, y pedirles que se presenten.
Dos o tres ya nos habían escuchado en sus escuelas y querían que repitiéramos aquellos cuentos que recordaban les habían gustado mucho.
Leemos la leyenda del Pombero, al que llamativamente no conocen, leemos a nuestro imprescindible Gustavo Roldan y su delicioso sapo contando cómo se convirtió en «Animal de pelea». La leyenda del chogüí les llega relatada y luego también la del chajá donde les pedimos participación y se animan a hacerlo.
Ya están completamente conquistados por la literatura. Nos cuentan que hacen teatro, que las seños que coordinan tienen atrás un Taller de Lectura . Se nota en la decoración, en el trato con los niños, en la limpieza y orden del lugar que en ese C.I.C. se trabaja seriamente.
Terminamos nuestra labor lectora. Nos saludan con abrazos y besos. Si supieran ellos lo que uno siente estrechar esos cuerpitos cariñosos llenos de agradecimiento.
Nos invitan a conocer el taller del que nos hablaron. Nos cuentan que uno de los chicos tiene un talento único para el teatro y que todos están enganchados con la idea de leer.
Otro resquicio se le abre a una realidad cada vez más dura. La grieta linda la que se abre en medio de un mundo convulsionado para imaginar otros posibles donde la pasión por vivir le gane al desencanto.
Salud C.I.C. María Madre de Esperanza, sus niños y sus seños hacen honor al nombre del lugar: son una verdadera esperanza.